Una encarnación bastante humana del Doctor con
retazos de Señor del Tiempo, una TARDIS terrestre que también es más grande por
dentro y unos Daleks con el mismo temperamento e igual de malvados.
Por Hannibal Hudson
Muchos son (incluyéndome a mí) los que
querríamos que se hiciera una película para la gran pantalla de Doctor Who, ya
sea protagonizada por Matt Smith, David Tennant (El Día del Doctor podría
contar, por supuesto) o incluso Johnny Depp, si la dirigiese Peter Jackson,
George Lucas o incluso el mismísimo Steven Spielberg sería un éxito de taquilla.
Sin embargo, tal vez habría que tener en cuenta dos películas que las británicas
Amicus Productions y Aaru Productions hicieron basadas en dos de sus seriales de
la etapa de William Hartnell y en color (technicolor, para ser exacto) cuando
la serie aun era en blanco y negro (la cual no adquiriría el color hasta 1969),
ambas dirigidas por Gordon Fleming y producidas por Milton Subotsky. No eran
una continuación de la serie, ni siquiera formaban parte del canon de la misma.
Estaban más centradas en la figura de los Daleks, los cuales eran los
monstruos. En estos filmes podemos observar algunas cosas consonantes con la
serie como algún que otro actor y algunos elementos más que evidentes. En
seguida os hablaremos de las dos películas que protagonizó el para muchos mejor
Van Helsing que ha existido.
El siempre genial Peter Cushing
(“Cushing” para unos y “Pete” para los amigos), un gran actor con rasgos de hombre
maduro y escuálido, fue famoso por sus papeles como el Dr. Abraham Van Helsing
en grandes clásicos de terror de la Hammer como “Drácula”, “Las novias de
Drácula”, “Dracula 1972 A.D.” y “Los ritos satánicos de Drácula”, todas
ellas (salvo la segunda) junto al legendario Christopher Lee como el Conde
Drácula (el más popular después de Bela Lugosi), muchos podrían considerarle el
Van Helsing más heroico de la historia del cine, pero este apartado no es para
hablar de eso sino de su papel dentro del Universo Who. Cushing hizo en 1965
dos películas de la misma Amicus: Dr. Terror y (por supuesto) Dr. Who y los
Daleks. En ésta interpretaba a una versión humana del Doctor (y bastante
humana) que además se apellidaba Who (lo cual podría resultar bastante chocante
para algunos whovians). Un simpático abuelo inventor algo despistado vestido
con una chaqueta (o levita) de terciopelo marrón, una corbata de lazo y una
bufanda (no kilométrica, todavía…) que vive con sus nietas Susan (Roberta
Tovey) y Barbara (Jennie Linden) en una casa en Londres. Contrariamente al
Doctor de William Hartnell, Cushing hizo una versión más amable y educada del
mismo. Roy Castle (quien también coincidía con Cushing en Dr. Terror) hizo un
Ian Chesterton muy distinto al de William Russell en la serie, más que un
profesor curioso de colegio era el novio inepto de Barbara que al final
(fortuitamente) también se convierte en héroe. En la serie Ian Chesterton y
Barbara Wright eran los profesores de Susan cuando ésta se hizo pasar por
humana en sus clases y se colaron en la TARDIS del Doctor, quien luego los
“secuestra”. Ellos eran los personajes de acción, teniendo en cuenta la
avanzada edad del Doctor.
Con el cambio de personalidad del
Doctor (no le llamaremos “Who”) en esta película, se pueden ver ciertos destellos
de su carácter que más conocemos y admiramos (de otras de sus encarnaciones),
como su curiosidad insaciable por ver un planeta nuevo, su necesidad de
aventura, su habilidad para mentir o manipular (no para fines egoístas y
mezquinos, al menos no hasta que trata de demostrar a los Thals que deben
luchar para defender a los suyos)… En esta película Susan es más una niña de 9
o 10 años que una quinceañera interpretada por Carole Anne Ford, seguramente
para darle a la historia un ambiente más familiar, al igual que en la serie.
Roberta Tovey bordó el papel de la típica niña con apariencia dulce pero algo
repelente y listilla.
Los
Daleks también sufrieron algunos cambios. Les dieron bases más grandes para
hacerlos más altos (mientras que los de la serie medían medio metro), les
dieron luces rojas a sus cascos y, algunos de ellos, en vez del desatascador de
wáteres que tenían en la serie llevaban pinzas metálicas, claro que ya en el
2005 pudimos ver a algún Dalek con algo parecido (The Parting Of The Ways). No disparaban rayos como en la serie sino
un gas mortífero de dióxido de carbono sacado con un extintor (anda que
tendrían muchos incendios…), al principio los productores iban a armarlos con
lanzallamas pero no lo hicieron por no asustar a los pequeños whovians. Incluso
hay disponibles juguetes o réplicas de estos Daleks para coleccionistas. También
le dieron un diseño más colorido, el cual se volvería a utilizar en la etapa de
Matt Smith (The Victory Of The Daleks),
posiblemente a Steven Moffat le encantó la película y lo hizo a propósito, y no
sería lo único.
La
TARDIS no parecía estar viva ni mucho menos, de hecho era más un ingenioso invento
del Doctor (el misterio es ¿cómo podía ser más grande por dentro si no era tecnología
alienígena?), esta sería la segunda cosa que Moffat quiso incluir en la serie
al tomar el relevo de Russell T. Davies como showrunner. La cabina tenía un tono
azul un poco más claro y las ventanas eran blancas, tampoco faltaba el emblema
de “St. John Ambulance”. Por dentro, más que una nave parecía un laboratorio
algo destartalado con cables por todos sitios y una palanca, tal vez, mal
colocada o puesta a propósito para que algún tontolaba que no es capaz de abrir
un grifo sin antes cargárselo pudiera activarla al apoyarse mientras su novia
le besa.
Traducida en nuestro país “Los
marcianos invaden la Tierra” (un titulillo bastante vulgar y usado, al no
haber sido conocida la serie en esa década… ¿culpa de la dictadura de Franco?)
y “Dr. Who: Los Daleks invaden la Tierra”
(eso ya es otra cosa). También basado en el serial de la etapa de Hartnell en
1964 “The Dalek Invasion of Earth”. Este film no tuvo tampoco mucho éxito,
aunque ahora también se ha convertido en parte de la leyenda. Aquí no aparecen
ni Ian ni Barbara y hay menos gags repetitivos. El Doctor viaja al año 2.150
con su nieta Susan y su sobrina Louise (Jill Curzon) y se les une el policía Tom
Campbell (Bernard Cribbins) al que unos atracadores golpean en la cabeza y
entra en la TARDIS creyendo que es una cabina de policía de verdad para pedir
refuerzos.
Podría decirse que Bernard Cribbins ya formaba
parte del Universo Who antes de interpretar al querido (para algunos odiado)
abuelo Wilfred Mott. Algunos que vieron la película ni siquiera se dieron
cuenta de que era él (normal, sin canas ni barba…), naturalmente no
interpretaba al mismo personaje. Era el reemplazo de Ian, sólo que menos torpe
y más dinámico como hombre de acción. Claro que resultaría inolvidable la
secuencia en la que se hace pasar por hombre robot y trata de imitarlos para no
levantar sospechas (con una banda sonora pegadiza compuesta por Bill McGuffie,
más pegadiza que la de Malcom Lockyer en la anterior). Siendo además la figura
clave al final (de forma parecida que en The End Of The Time). Este actor
demostró un gran talento no sólo en la película sino en la última aventura de
David Tennant como el Doctor (¿Quién puede imaginarse a un abuelo disparando
rayos laser en plan Han Solo al son de un tema compuesto por el valvulizante y
magistral Murray Gold?)
A diferencia de la película anterior, la TARDIS
parece más una nave espacial, salvo que le faltaba su característica consola
hexagonal con el cilindro y las paredes blancas llenas de cosas redondas.
Seguía faltando algo que tampoco estaba en la otra, el famoso ruido que hace la
TARDIS, el cual se conseguía rasgando las cuerdas de un piano con una llave
(difícil de creer). Lo sorprendente es que no tuviera teléfono (además era una
cabina). Por supuesto también faltaba ese famoso instrumento que todo whovian
lleva con orgullo en el bolsillo de su chaqueta: el destornillador sónico, el
cual no llegaría a utilizar hasta su segunda encarnación (Patrick Throughton)
en 1968 y se echa en falta en alguna que otra escena de ambas películas en la
que el Doctor trata de escapar de una celda, sin embargo, al igual que en la
serie, se demuestra que el Señor del Tiempo (o en este caso no Señor del
Tiempo) no siempre necesita su varita mágica para escapar de una situación
complicada (hasta un peine hace milagros), como MacGyver no siempre usa su
navaja suiza, lo hace más interesante.
Al
igual que su predecesora, “Daleks -
Invasion Earth: 2150 A.D.” tiene también sus diferencias con el serial de
la serie original, como que Susan se enamora de un humano rebelde llamado David
Campbell y el Doctor la deja con él para que sea feliz, por ejemplo. El humano
se llama “David” y no “Tom”, y pertenece al futuro en vez de al momento
presente. Cribbins y Curzon eran los relevos de Roy Castle y Jenny Linden, pero
jugando papeles de personajes distintos y un poco más heroicos.
Hubo problemas durante el rodaje debido a que
Cushing estaba enfermo, lo cual obligó a reescribir el guión para disminuir su
número de apariciones en el film. También ocurrieron accidentes, como un modelo
Dalek que se incendió durante el rodaje del ataque rebelde (y eso que llevaban
extintores) y el actor especialista Eddie Powell que se rompió el tobillo
mientras interpretaba una escena de huida de los Daleks.
También podría destacar un cierto fallo en la
escena final, cuando Tom Campbell le pide al Doctor que le traiga de vuelta
minutos antes de cometerse el atraco, dado que en ese momento debería haberse
encontrado consigo mismo, sin mencionar la paradoja de que no recibiera el
golpe en la cabeza y por tanto no llegó a entrar en la TARDIS ni hizo el viaje.
Seguramente Gordon Fleming no tendría en cuenta ni se interesaría mucho por las
teorías relativistas de Einstein.
VEREDICTO:
¿Quién
dijo que las películas de ciencia ficción del estilo “El planeta prohibido” no valían nada? Las dos películas pueden
resultar vulgares, absurdas e insulsas, pero a pesar de eso son aceptables y
forman parte del Universo Who. Algunos que teorizan se atreven a decir que
podría ser “El mundo de Pete” en el cual la versión humana del 10º Doctor y
Rose Tyler viven juntos y felices (tal vez), teniendo en cuenta que él se haría
viejo y no podría regenerarse sería lógico que con el tiempo llegase a
construir una TARDIS terrestre. En una escena eliminada de Journey’s End el 10º Doctor le da a su homólogo humano una pieza de
coral de la TARDIS para que pudieran tener la suya propia, a saber si aunque se
eliminó la escena así fue y pudo construirla durante años (aunque Donna dijera
que era un modo rápido, además se plantan, no se construyen).
Aunque las dos películas fueran algo
vulgares, la segunda podría tener una visión del futuro un poco más realista
(también en la serie) que en cualquier película o serie de ciencia ficción en
la que vemos un futuro utópico o distópico. En vez de verse un año 2150 lleno
de avances tecnológicos como se vería en la clásica Perdidos en el Espacio (la historia se desarrollaba en 1997, muy
adelantado) o en Regreso al futuro II
(cuando Marty viaja al 2015 y se desliza en un aeropatín o pide una pepsi a
Ronald Reagan y Ayatollah Khomeini en el televisor JVC para que no se peleen,
que camareros más peculiares, por cierto), vemos un mundo destartalado y devastado
por rayos cósmicos y en el que los humanos se ocultan en el Metro de Londres y
no han avanzado a nivel tecnológico.
En
resumen, si queremos pasar una buena tarde con nuestra novia, nuestros hijos,
sobrinos o hermanos pequeños, o se pretende organizar una quedada whovian o Tea&Tardis,
una de las dos películas sería perfecta para completar el repertorio de un
maratón. No olvidéis para la ocasión el té, ni las pastitas con mermelada de
fresa (o con una cereza), ni las deliciosas jelly babies, ni los plátanos (o el
daiquiri de plátano), ni mucho menos los palitos de pescado con natillas.
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